Es tal la anomia en la que ha continuado la Dirección Nacional de Patrimonio Monumental (DNPM), que ha llegado hasta el punto de aprobar los dislates de otros organismos oficiales, como la desastrosa Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE), originalmente, Oficina Supervisora de Obras del Estado, y el Ministerio de Turismo, principalmente. Viéndose compelida la dirección de la misma a apoyar el arroz con mango, salpicado de corrupción, en vez de adoptar una posición digna y responsable, como la que adoptaría cualquiera que entienda lo que está pasando en lo que tiene que estar entre sus manos, y se dé a respetar. O dimita.
¿Cómo es posible manejarse, indefinidamente, con Dios y con el Diablo?, teniendo que aceptar, que todo está bien, o callarse, de lo que suponemos han de saber que no es así. Y lo que es peor, hacerse de la vista gorda de algo que está llevando al descrédito a una institución, que fuera tomada como ejemplo por delegados de las naciones americanas reunidas en Bogotá (1968), meses después de esta haber nacido. Y amenazando los bienes que están llamados a proteger.
De la OPC, posteriormente DNPM, lamento decir, que desde el período de los diez años del Dr. Balaguer (1986-1996), en los que se obedecían las órdenes del entonces Secretario de la Presidencia, Rafael Bello Andino, hombre de su confianza absoluta, y quien metiera sus hocicos en la institución más de la cuenta, pasando por los períodos del Dr. Leonel Fernández, hasta la presente administración del presidente Danilo Medina, han sido períodos en los que, o no se hizo nada, o lo que se llegó a hacer hubiera sido mejor no haberlo hecho. Son tantos los ejemplos a mencionar, que mejor no digo nada, por ahora.
Del Ministerio de Turismo, para mí el que debería seguir siendo la contraparte indiscutible del programa de patrimonio cultural, he de decir, con pena, que en el tollo en que se ha metido jamás debió haberlo hecho. Que, como he dicho y repetido tantas veces, “Patrimonio y Turismo constituyen un binomio de Desarrollo”. Pero cada cual en lo suyo. Que no tengo la menor duda, de que la labor de la agencia rectora, responsable de la salvaguarda y puesta en valor de nuestra Ciudad Colonial, entre la totalidad de nuestro patrimonio histórico, debe hacerse, entre otros motivos, en función de turismo. No dirigida ni manipulada por el Ministerio de Turismo.
Pero lo más grave de todo ha sido, que después de tantos años de estarse promoviendo tales afirmaciones, y hasta de haber sido la entonces Dirección General de Turismo a la que se le encomendara la OPC en el decreto fundacional, haya llegado, convertida en Ministerio, a entrometerse, con el apoyo presidencial, de tal manera que hasta a llegado a convertirse en director de las obras. Nunca visto en ninguna parte del Mundo. De ahí el desastre ocurrido en el Hotel Francés, cuya culpabilidad es innegablemente inseparable de las obras que se vienen realizando en las calles de nuestra Ciudad Colonial. Todo ello a un costo millonario de dólares, aportados por un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Que debió haberse enterado con tiempo de las intromisiones que respaldaría, involuntaria, pero irresponsablemente.
A las instituciones nacionales mencionadas tenemos que agregar otras de carácter internacional, como son la UNESCO, OEA, ICOMOS que, por los motivos que sean, han dejado de actuar para frenar lo que está sucediendo en nuestra Ciudad Colonial.
Después de 1992, cuando fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la UNESCO, esta no se ha ocupado de hacer cumplir con los objetivos adoptados por esta y el Gobierno dominicano, consistentes en velar por su correcta intervención y conservación.
El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, también conocido como ICOMOS (de la sigla en inglés International Council on Monuments and Sites) es una asociación civil no gubernamental, ubicada en París, Francia, ligada a la ONU, a través de la Unesco.
El ICOMOS fue fundado en 1965, como resultado de la Carta de Venecia de 1964. Es responsable de proponer los bienes que reciben el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Su principal objetivo es el de promover la teoría, la metodología y la tecnología aplicada a la conservación, a la protección y a la valorización de monumentos y de sitios de interés cultural.
Del ICOMOS dominicano se puede decir, que aunque se ha estado enterando de lo que sucede, al igual que denunciándolo, de nada ha servido para que todo siga igual, o peor.
De la OEA, pionera en participar en el programa dominicano, no se ha vuelto a saber. De igual manera, su Dirección de Patrimonio Cultural, creada a iniciativa de la OPC nuestra, parece haber desaparecido. Lo que es una lástima, después de haber sido su actuación fundamental en la creación de nuestro programa, y su agencia rectora, además de haber mantenido contacto con el mismo, mediante invitaciones giradas a su dirección a reuniones de carácter internacional.
Todo parecería, que el caso dominicano ha caído en un limbo. En el que, como dice el pueblo dominicano, “na´e ná, como quiera dicen di´uno.”
Llegado casi al medio siglo de creado, dando tumbos de un lado hacia otro, como consecuencia del desinterés generalizado, y otros motivos más, una OPC, posteriormente, DNPM, que lo que deberían hacer es aceptar su nulidad, declarar su defunción y enterrarla. Para luego, iniciar algo nuevo, de arriba abajo, como presumo habrá de hacerse con la mayoría de los estamentos de un Estado moderno.
No quiero terminar sin decir, que dadas las condiciones institucionales por las que atraviesa la nación dominicana, cuyo nivel de aceptación y crédito ha llegado a uno de los niveles más bajos de toda su historia, lo ideal sería que el pueblo dominicano no vuelva a equivocarse. Que basta ya de “Dictadura con apoyo popular”. Y que todos a una decidamos que se produzcan los cambios que hemos estado esperando, por tanto tiempo.