DIEGO COLON

DIEGO COLON

Al Comendador Nicolás de Ovando lo sustituyó Diego Colón, hijo del Descubridor, quien llegó a Santo Domingo en 1509, con título de Virrey, acompañado de su esposa María de Toledo, considerada la primera gran dama en llegar a la entonces recién fundada Santo Domingo y, por ende, a La Española, y al Nuevo Mundo.

Diego Colón y Moniz Perestrello (Porto Santo o Lisboa, 1479 ó 1480 – La Puebla de Montalbán, 1526) fue el Segundo Almirante de la Mar Océana, Segundo Virrey de las Indias y Tercer Gobernador de las Indias. Hijo y sucesor de Cristóbal Colón en el almirantazgo, virreinato y gobierno de las Indias, con asiento en Santo Domingo.

El fallecimiento de su padre Cristóbal Colón, en mayo de 1506, lo convirtió en heredero de sus privilegios en América. Sin embargo, el rey Fernando el Católico se negó en un primer momento a traspasar todos los derechos del almirante y le nombró gobernador de la isla La Española en 1508. En ese mismo año Diego Colón se casó con María Álvarez de Toledo, sobrina de Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba. Partió desde Cádiz para La Española, donde llegó en julio de 1509, sustituyendo en el cargo a Nicolás de Ovando.

Rápidamente cambió la cúpula administrativa y militar de Ovando y entabló un largo pleito (conocido como los “Pleitos Colombinos”) con la Corona, que fue resuelto mediante sentencia.

Con el gobierno de Diego se inicia el primer virreinato establecido por la administración española en América, y podríamos designar a este gobierno como personalista. Durante su mandato Diego Colón provoca que la sociedad de la Isla se divida en grupos con intereses diferentes, estallando de esta manera una revuelta que conllevaría a desestabilizar su propia gestión. Diego mantuvo el sistema de las Encomiendas como base económica, pero además incursionó en la industria azucarera, construyendo su propio ingenio. Cuyas ruinas se encuentran, todavía, en una de las riveras del rio Isabela.

Fray Bartolomé de las Casas, que muy bien lo conoció, dejó este retrato de él en el segundo tomo de su historia: “Fue persona de gran estatura, como su padre, gentil hombre y los miembros bien proporcionados, el rostro luengo y la cabeza empinada, y que representaba tener persona de señor y de autoridad. Era muy bien acondicionado y de buenas entrañas, más simple que recatado ni malicioso; medianamente bien hablado, devoto y temeroso de Dios y amigo de religiosos, de los de San Francisco en especial, como lo era su padre, aunque ninguno de otra orden se pudiera de él quejar y mucho menos los de Santo Domingo. Temía mucho de errar en la gobernación que tenía a su cargo; encomendábase mucho a Dios, suplicándole lo alumbrase para hacer lo que era obligado.”

La construcción del palacio de Diego Colón, conocido como Alcázar de Colón, se llevó a cabo entre los años de 1511 y 1514. Se desconoce el nombre del arquitecto que la llevó a cabo. De estilo gótico mudéjar mayormente, el Alcázar tiene también algunas características renacentistas, notorias en sus arcadas, así como del estilo isabelino observable en las borlas que lo adornan. El edificio se construyó utilizando mampostería de piedra coralina. Originalmente era un gran palacio de 55 habitaciones, de las cuales se conservan sólo 22.

Fue la primera residencia de este tipo construida en la época colonial. Por el pasaron grandes conquistadores españoles como Hernán Cortés y Pedro de Alvarado. Es la única morada conocida de algún miembro de la familia Colón. En el palacio nacieron Juana, Isabel, Luis y Cristóbal Colón de Toledo, hijos de don Diego Colón y su esposa doña María Álvarez de Toledo. Diego Colón murió en España en 1526, y María de Toledo permaneció en el palacio hasta su fallecimiento en 1549. Tres generaciones de la familia Colón de Toledo lo habitaron, posiblemente hasta el año de 1577. La posesión del Palacio fue objeto de litigio por cerca de dos siglos a partir de ese año. Posiblemente en 1586 el pirata inglés Francis Drake, durante su invasión a La Española destruyó o se llevó objetos de valor de la antigua morada del virrey.

Eventualmente fue abandonado, y el paso del tiempo, además de la pésima situación por la atravesó La Española por casi dos siglos, empezó a hacer estragos en la estructura del palacio. Para 1776 era un caserón en ruinas, y se pensó reconstruirlo para convertirlo en cárcel pública, proyecto que no se llevó a cabo. En 1779 empezaron a hundirse sus techos. Hay evidencias de que para 1783 las ruinas de la casa de Diego Colón servían para encerrar animales. En 1870, para proteger sus ruinas, fue declarado Monumento Nacional.

10155897_691377154230991_3669185295608603442_n[1]                  Alcázar_de_Colón,_2011[1]

Alcazar[1]                 dsc_02901[1]

Su restauración fue realizada entre 1955 y 1957 por encargo del gobierno de Trujillo, y fue llevado a cabo por el arquitecto español Javier Barroso.

Diego Colón había dispuesto en su testamento de 1523 que los restos de su padre junto con los suyos fueran trasladados y enterrados en la Catedral de Santo Domingo. Su viuda, María de Toledo, le pidió a Carlos I la concesión de la capilla mayor de la Catedral de Santo Domingo para estos enterramientos, así como para toda su familia.

El 2 de junio de 1537, la virreina obtuvo el derecho a favor de su hijo Luis Colón con facultad de llevar allí los restos de su suegro Cristóbal Colón y los de su marido Diego Colón. En 1536 la virreina solicitó a los monjes del monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, de Sevilla, la entrega de los restos de ambos almirantes. Según documentos del monasterio, ese mismo año se exhumaron y fueron entregados a la virreina. La fecha del traslado de los restos no está totalmente clara; aunque se menciona que fue antes de 1540.[][] En todo caso, cuando María de Toledo otorgó testamento en 1548, los restos de ambos personajes ya estaban en la dicha catedral. Pidió que su cuerpo no fuera enterrado en la misma sepultura de su marido Diego, sino debajo de él, en el suelo de la capilla, junto al presbiterio del altar mayor.

DSC03352[1]

Los restos mortales del segundo almirante se encuentran en la Catedral de Sevilla, donde fueron llevados desde Cuba, como consecuencia del error cometido por las autoridades españolas en Santo Domingo, al exhumar los restos de Diego en vez de los de su padre para trasladarlos a Cuba. Existe un interesante relato documentado del eminente historiador y jurisconsulto dominicano, don Emiliano Tejera, en su obra LOS RESTOS DE COLON EN SANTO DOMINGO (1953).

A propósito del lugar donde se encentran los restos del primer almirante, y los de su hijo, el primer virrey de las Indias, es inconcebible, que a estas alturas en que nos encontramos, ya avanzado el siglo XXI, todavía se esté discutiendo el lugar en que se encuentran sus restos.

Al parecer no han bastado las descripciones que se han hecho, y las razones que les asisten, para que las autoridades de España y República Dominicana no se hayan puesto de acuerdo.

Es de ahí, que aún en los momentos actuales, no se pueda asegurar cual de los dos mausoleos: el del Faro a Colón, o el de la Catedral de Sevilla, es el que contiene los despojos mortales del padre y del hijo.

De su parte, el gobierno dominicano cuenta con un arma valiosísima para demostrar que tiene razón en alegar que los del padre se encuentran en Santo Domingo, y los del hijo, en Sevilla. LOS RESTOS DE COLON EN SANTO DOMINGO, podría ser objeto de una nueva edición, de una cantidad suficiente de ejemplares económicos para distribuirla donde sea necesario. Y la puesta en circulación de la misma se haría en un solemne acto a ser celebrado en el Faro a Colón, acto que podría ser televisado a todas partes del mundo civilizado. Escogiendo para ello una fecha memorable.

Leave a comment